Un cuadro que adornará tu pared. Así termina el título universitario que entregan muchas universidades de nuestro país, engañando descaradamente a los potenciales alumnos ofreciéndoles carreras cortas, rentables y con una excelente plana docente.
Sin embargo, tal como lo demostró un informe especial de Panorama, las carpetas rayadas, los salones estrechos, los baños malolientes, contrastan con el ofrecimiento y auguran una pésima calidad en la enseñanza.
En 1996, el gobierno de Alberto Fujimori emitió el Decreto Legislativo Nº 882, autorizando la creación de negocios universitarios. De esta manera, el reo y expresidente reconocía los esfuerzos empresariales de su ministro de Economía, Carlos Boloña, su cercano colaborador que unos años antes había fundado la San Ignacio en sociedad con Raúl Diez Canseco. He ahí la raíz del problema.
Por ejemplo, en marzo del 2011, el presidente Alan García, promulgó la ley de creación de la Universidad Autónoma Municipal de Los Olivos, e invitó a todos los jóvenes de Lima a inscribirse en este centro de estudios que –dijo- no impartirá las viejas profesiones del siglo XIX, sino carreras con visión de futuro. Lo curioso es que ayer esta ley fue derogada debido al presunto uso de dinero público – por parte del alcalde de Los Olivos Felipe Castillo Alfaro – para construir dicha universidad.
Quizá por eso, el presidente Ollanta Humala ayer mencionó enfáticamente que no permitirá que se lucre y estafe a los jóvenes con la ilusión del título profesional, y menos que las casas de estudios se conviertan en plataformas electorales de grupos políticos.
¿A quién le habrá caído el guante? ¿A García, a los Acuña, a José Luna o a todos los anteriores?
Entre tanto, veamos la encuesta presentada por Ipsos que señala qué egresados, en función a su casa de estudios superiores, serían o no contratados. Solo queda estar prevenidos.
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