Burgamori, el dictador de la empresa fútbol
El miércoles pasado la periodista Patricia Echegaray preguntó en su muro de Facebook porque si a cualquier gerente o autoridad que fracasa se le termina despidiendo, Manuel Burga se mantiene en su cargo aun cuando no clasifica a ningún mundial de fútbol.
En efecto, se puede considerar el fútbol como una empresa en la que sus accionistas son los clubes afiliados a la Federación Peruana de Futbol, sus trabajadores son los jugadores y los demandantes son los hinchas de los clubes y de la selección, y las empresas que buscan que esos hinchas le compren sus productos.
¿Pero, cuál sería el producto? El hincha de la selección cree que el objetivo último de esta empresa es la victoria, la clasificación a un mundial, pero está equivocado. Ganar o clasificar no es el objetivo de la empresa, ni su razón de ser, ni siquiera figura en su misión o visión.
La del fútbol es una empresa cuyo producto es generar ilusión en el hincha. Y es un producto tan bueno que casi no tiene competencia, y la demanda no decae aun cuando continuamente lo único que termina ofreciendo al hincha es frustración, porque la ilusión se renueva o las otras empresas que viven de la hinchada (televisión, diarios, gaseosas, cervezas, etc) se encargan de hacer revivir la ilusión para que el hincha siga comprando.
“Ilusiónate, compra”, es el papel del hincha. Y el hincha lo hace sintiéndose patriota. “Y no me importa lo que digan”, “en las buenas y en las malas”, “volveré, volveré”. Pero eso no explica porqué sigue Burga. En otros países, la alimentación de la ilusión se hace con triunfos, con asistencias al mundial. El mercado se amplía y los accionistas de la empresa ganan más. En el Perú no pasa eso, pero no se despide al presidente del directorio.
La explicación a esto es que el presidente de la empresa que tenemos paga buenos dividendos y mantiene contentos a los accionistas. La mediocridad de estos accionistas les hace preferir la estabilidad actual a arriesgarse invirtiendo en la mejora del fútbol para ganar más en el futuro.
Desde el punto de vista político, el sistema de Burga es una dictadura que concentra el dinero y lo reparte adecuadamente con el fin único de asegurar su continuidad. Debería llamarse Burgachet, Burgachávez o Burgamori. ¿Cómo se tumba uno a un dictador? Un poco sí, con el malestar general y la presión en la calle; pero la última experiencia peruana indica que la forma más segura es cortándole el suministro económico al dictador. Así, sin dinero que repartir, el sistema se desmorona y se da paso al ansiado cambio de gerente, y si hay bastante fuerza, hasta se puede destruir el sistema.
¿Cómo le cerramos el caño? Consumiendo menos fútbol-selección, pero sobretodo, obligando a las empresas que alimentan la bolsa a reconsiderar el destino de su dinero. Que nadie vea por tv el partido contra Argentina, por ejemplo, hará recapacitar a las televisoras y a los anunciantes. No hacerle caso a las consignas cerveceras o de gaseosas, que no se compren las entradas para el partido con Bolivia también ayudarían.
Qué lindo sería, por ejemplo, ver el 11 de octubre a miles de peruanos con su camiseta blanquirroja alrededor del Estadio Nacional perdiéndose ver por tv el partido con Argentina, pero demostrando igual su amor por el país y diciendo que quieren ver caer al dictador.
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Autor: Juan Vargas