Como sucediera la semana pasada, ayer miles de personas salieron nuevamente a #tomarlacalle de manera pacífica. Sin embargo, la respuesta de los policías más bien propició el descontrol y varios detenidos (en su mayoría estudiantes) cuando lo que empezó como un plantón en la Plaza San Martín se convirtió en marcha y se llegó hasta la avenida Abancay.
A pesar de esto, la sensación general ha sido de victoria. El experimento pretendía reproducir la primera protesta organizada de manera espontánea el 17 de julio (#17J); pero con mayor poder de convocatoria dado que hubo más tiempo para organizarse.
Los blancos de la protesta: el congreso de la república y el gobierno de Ollanta Humala. Un congreso cuyo presidente reconoce haber fracasado cuando se refiere a no haber logrado que la repartija se concrete, y no cuando las cifras respaldan el sentir de la calle (el congreso tiene 86% de desaprobación y la popularidad del presidente Humala sigue bajando).
¿Los medios cubrieron la noticia? Vamos, la respuesta se cae de madura y es lamentablemente la misma de hace una semana: la protesta fue minimizada y convertida en simple anécdota de “jóvenes universitarios revoltosos”. Quizá, dado que “la repartija” aparentemente ya se vino abajo y más bien lo de ayer era una suerte de recordatorio de que este acto y otros tantos no serán olvidados (“para que no le vuelva a crecer la cola a la lagartija”) es que cierta mezquindad afloró. De hecho, algunos carteles visto durante la protesta (“Cierren el congreso”) propiciaron que cierto sector -mayoritario- de la prensa entienda lo del #22J como “pataleta juvenil… una más”.
Dicha sensación no es exclusiva de la prensa. Para los asiduos a la redes sociales no es ningún secreto que el #22J también fue duramente criticado dado a que la protesta se banalizó entre tanta alharaca, figuretismo y, cómo no, oportunismo político. La respuesta tibia de quienes estaban a favor de la protesta pero no compartían las formas de algunos de sus principales “activistas” fue un #todosuma.
Y ciertamente es así. No obstante, y dado que esto puede ser el inicio de algo más grande, la protesta debe encontrar su forma de evolucionar hacia objetivos políticos concretos que nos liberen de lo anecdótico y lo pueril. Por eso cabe la pregunta, ¿qué hacemos luego de tomar la calle?
Es decir, ¿qué hacemos para que la indignación se convierta en propuesta coherente y esta sea terreno fértil para el cambio? Si lo que buscamos es una (un tanto ambiciosa) “primavera peruana” no podemos cerrar los ojos ante nuestras propias debilidades y las de otros movimientos similares que nos inspiran.
Zizek, filósofo político contemporáneo, puntualizó lo siguiente ante el movimiento “Occupy Wall Street” en los EE.UU.:
“Pero hay un peligro. No os enamoreis de vosotros mismos. Lo estamos pasando bien aquí, pero recordad: los carnavales son baratos, lo que importa es el día siguiente. ¿Cuándo volvamos a nuestra vida normal, habrá cambios entonces? No quiero que alguna vez recordéis estos días como, ‘oh, éramos jóvenes y fue muy bonito’.”
Ojo al piojo:
- ¿Quiénes quieren cerrar el congreso? “Existe un ala del partido nacionalista en el norte del Perú que, días atrás, tomó la decisión de recolectar firmas, proponiendo al presidente Ollanta Humala el cierre del Congreso. Se tomó como excusa el rechazo a la elección de la Defensora y los magistrados del Tribunal Constitucional.”
- El Mundo de España sobre las protestas en Lima. “Con las multitudinarias marchas en Brasil todavía frescas en la memoria, el presidente Ollanta Humala ha intentado poner paños fríos para sofocar este primer conato de indignación a la peruana, al que se han adherido conocidos actores y periodistas.”
- Jason Day, actor y “activista”.“Congresista, presidente, voy a salir a las calles todas las veces que haga falta. Lo hago para tratar de corregir mi error.”
- Extraordinaria galería de fotos por Fotógrafos Perú 21: Cuando el pueblo toma la calle… 22J.
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Autor: Anthony Solar Joya